Susanna Herrero

Nunca sabes cuánto de rota puedes llegar a estar hasta que te destrozan tanto que sientes las astillas de tu cuerpo y de tu alma, hechos pedazos los dos, diluirse en un suelo empapado por la lluvia, convirtiendo en un imposible el recuperarlos y ensamblarlos. Y lo peor de todo es que hoy ni siquiera llueve.

Llevo muchos años batallando conmigo misma

Me robaste mi niñez, mi ingenuidad y mi inexperiencia en el querer

. Ya no soy esa niña. Ya no existe esa niña. Tú la destruiste. Y lo hiciste muy bien

Las lágrimas empiezan a secarse. Desaparecerán. Acabarán haciéndolo. Las mías, no. Las mías dejarán cicatrices hasta la eternidad. Porque las mías son de verdad.

Regreso a mi refugio, al hueco entre mis piernas, y me rindo al vaivén de mi cuerpo y a los sollozos. Me rindo porque necesito rendirme. Dejarme llevar. Quedarme en blanco y solo senti

Un dedo suyo.

Y mis labios.

Y cómo quemaba.

qué ojos más bonitos tenía. Podía pasarme días, semanas, meses contemplándolos. Eso se lo tenía que reconocer.

Ese día yo había quedado en ir a buscarte al club de tenis. No lo hice. Se me olvidó. Había quedado con una chica, una cosa llevó a la otra y… se me pasó. Discutimos al día siguiente. Fuerte. Muy fuerte. Te pedí disculpas. Tú no las aceptaste. Me echaste en cara que me hubiera olvidado de ti. Yo te dije que mi vida no giraba a tu alrededor, y en verdad no lo hacía, pero te quería. Te quería mucho, Tani. Y sé que tú también me querías a mí. Cometí un error y tú… Tú dejaste de hablarme. Dejaste de quererme. Y dejaste de mirarme como me mirabas.

Se acerca a mí hasta que nuestros cuerpos se tocan y comienza a leer. Hay quien tilda de maravilloso el sonido del tocadiscos. El del amanecer. El de los susurros. El de la brisa de la playa. El del calor del sol. Para mí el más espectacular es el de la voz de Chris hablando de biología marina