Elma Roura

Debes cuestionar tus pensamientos diariamente para ir afinando la autoescucha, para poder empezar a tomar decisiones desde esa parte tuya que es sabia, y no desde la mente.

Disfruta los «noes», porque son experiencias de la vida que te muestran que estás viva

Me di cuenta de eso que explican todos los místicos: de que la mente es dual, de que lo que nos hace sufrir es que rechazamos el dolor y nos apegamos al placer. Me di cuenta de que las etiquetas son las que hacen que la experiencia sea dual.

En el retiro nos dijeron que teníamos que meditar cuarenta minutos por la mañana y cuarenta minutos por la noche. Lo hice durante unos días. Conforme pasó el tiempo, volvieron los quehaceres, las responsabilidades y el ruido de vivir en una ciudad tan intensa y bonita como Barcelona. Volví a identificarme con mi mente.

Me costaba mantener ciertas conversaciones banales o implicarme en una oferta de actividades que no tenían atractivo para mí. Necesitaba espacios que alimentaran mi alma y aquellos estudios me parecieron la mejor opción.

Un día un profesor dijo algo que me impactó: «Vosotros no estáis aquí para buscar respuestas, sino para aprender a haceros buenas preguntas.» ¡Boom! Algo en mi interior se agitó, se despertó, resonó.

El duelo fue terrible. Era una de esas relaciones que era un «no» para mí —y siempre lo supe—, pero en la que me quedé porque, en el fondo, quería que el otro me aprobara. Acabada la relación, sentí una gran culpa por quedarme más tiempo del que debía, por haberme hecho ese daño.

He aprendido a gestionar mis pequeños dolores y confusiones diarias; a acompañarme en mis procesos; a estar más conectada con mi intuición y mi propia verdad; a soltar mis miedos.

Damos demasiada importancia a las emociones que, en definitiva, son una consecuencia de los pensamientos.

Primera inversión: Yo no estoy interesada en mí.

Es verdad porque toda mi atención está puesta en él. Me siento por debajo de él y que mi valor depende de su mirada.

Segunda inversión: Yo no estoy interesada en él.

Es verdad. No me gusta que no me mande mensajes. Me doy cuenta de que para mí la comunicación es muy importante. La realidad es que si me detengo a pensar en ello, me doy cuenta de que no es cariñoso y que para mí eso también es importante. Y no lo conozco tanto como para sentirme tan interesada por él.