—Las tradiciones son así, Zarah. Ellos nos ayudaron y nosotros tenemos que cumplir —rebatió su padre.
—¿Qué tradición? Esto es Norteamérica. En Estados Unidos no hay esas tradiciones —se defendió ella.
Su padre dio una fuerte palmada en la mesa y Zarah se sobresaltó, dando un respingo en la silla. A su madre le pasó lo mismo.
—Pero nosotros no somos norteamericanos —vociferó su padre—. Nuestra cultura tiene unas tradiciones y unas costumbres arraigadas en los siglos. Tradiciones que debemos cumplir —sentenció—. Te vas a casar con ese hombre, Zarah, y no se va a hablar más de este tema.
—Me estás condenando, papá —arguyó Zarah