Pues de la misma forma que nuestro ordenador se detiene bruscamente cuando el exceso de tareas abiertas lo colapsa y debemos reiniciarlo, también nosotros, a fin de no caer en el sinsentido vital y evitar los múltiples callejones sin salida a los que nos arrastran los quehaceres cotidianos, necesitamos ineludiblemente detenernos, silenciar todo el ruido del mundo exterior y encontrarnos a solas con nosotros mismos.