El aprendizaje, el descubrimiento, la maravillada perplejidad, el instinto curioso, las bellas palabras con que nos conducen al dolor de desasnarnos nos colocan sobre una superficie quebradiza, no por lo que no sabemos, sino por lo que nos cuesta aprenderlo: resulta vergonzante exhibir las limitaciones frente a un maestro, de quien buscas aquiescencia y a veces, en las situaciones más neuróticas de la niñez, incluso admiración.