es

Selma Ancira

  • Beatriz ACcompartió una citael año pasado
    No está bien no saber soportar la soledad —dijo—. Acaso usted… ¿señorita?
  • Beatriz ACcompartió una citael año pasado
    No, no sólo señorita, una mala señorita que sólo se siente viva cuando la admiran, pero en cuanto se queda sola, se marchita y nada le hace gracia; todo para presumir, y nada para sí misma.
  • Beatriz ACcompartió una citael año pasado
    Ahora me resulta difícil recordar y comprender esos sueños que entonces colmaban mi fantasía. Y cuando logro recordarlos, me cuesta creer que esos fueran mis sueños. Así de extraños y de alejados de la vida estaban.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    pero debo confesar que, gracias a esa aflicción, también me sentía yo joven, bonita, como todo el mundo me decía, y tenía la sensación de estar desperdiciando un segundo invierno allí, en el aislamiento de la aldea. Antes de que terminara el invierno, esa sensación de tristeza ocasionada por la soledad, y también el simple hastío, crecieron hasta tal punto que ya no salía de mi cuarto, no abría el piano ni tomaba un libro en las manos. Cuando Katia intentaba convencerme de que me dedicara a una u otra cosa, le respondía: «No tengo ganas, no puedo», pero lo que sonaba en mi alma era: ¿para qué? ¿Para qué hacer algo si de forma tan gratuita se desaprovechaban mis mejores años? ¿Para qué? Y a ese para qué no había más respuesta que las lágrimas.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Él, por el contrario, estuvo conversador, alegre, y no dijo ni una sola palabra a propósito de mamá, de modo que al principio esa indiferencia me resultó rara y hasta descortés por parte de una persona tan cercana. Pero luego entendí que no se trataba de indiferencia, sino de franqueza, y me sentí agradecida.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    —¡Maria Alexándrovna! —sonó su voz—. Venga, toque alguna cosa para nosotros.

    Me resultó agradable que se dirigiera a mí de forma tan sencilla y amistosamente imperativa; me levanté y me acerqué a él.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Me encontraba bien con él, su compañía era agradable, pero al mismo tiempo, cuando conversaba con él, me sobrecogía una ligera inquietud. Me daba miedo cada una de mis palabras; tenía enormes ganas de merecer su amor, que ahora poseía sólo por el hecho de ser hija de mi padre.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Todo eso es muy aburrido y además pasará —Y es que de verdad ahora me parecía que mi tristeza no sólo pasaría, sino que ya había pasado; más aún, que nunca había existido.

    —No está bien no saber soportar la soledad —dijo—. Acaso usted… ¿señorita?
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    —Usted no debe y no puede estar triste —dijo—. Tiene usted la música, que entiende, los libros, los estudios… Tiene toda una vida por delante, para la que ahora justamente debe prepararse si no quiere lamentarlo después. Dentro de un año ya será tarde.

    Solía hablar conmigo como un padre o un tío, y yo sentía que hacía continuos esfuerzos para ponerse a mi altura. Me dolía que me considerara inferior, pero me halagaba que se empeñara en ser distinto sólo por mí.
  • Ivana Melgozacompartió una citael mes pasado
    Sin embargo, esa noche Katia y yo tardamos mucho en conciliar el sueño y estuvimos conversando, no sobre él, no, sino sobre cómo pasaríamos el verano, y dónde y cómo viviríamos el invierno. Y la pregunta terrible, ¿para qué?, ya no apareció. Me parecía claro y sencillo que había que vivir para ser feliz, y creía que en el futuro habría mucha felicidad. Como si de pronto nuestra vieja y lúgubre casa de Pokróvskoe se hubiese llenado de vida y de luz.
fb2epub
Arrastra y suelta tus archivos (no más de 5 por vez)