Laberinto

  • Carolina Martinezcompartió una citahace 2 años
    miedo es un mecanismo de defensa que nos mantiene alejados del peligro. Los niños, como todavía no conocen el mundo y sus peligros, no tienen miedo,
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    Yo creo que Dios no existe porque no tiene madre»
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    Aristóteles nos recuerda que: «Todos los hombres tienden naturalmente al saber. Pero algunos se detienen en la experiencia, mientras que otros alcanzan el verdadero saber, que consiste en el conocimiento de las causas»
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    conocer significa saber sostener nuestras tesis con argumentos que no se dejen socavar por razonamientos sofísticos
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    La filosofía nace distinguiéndose inmediatamente de la sofística, que engaña con falsos silogismos empleados para camuflar el engaño, y de la retórica, que, incitando los sentimientos, induce a creer por factores emotivos y no racionales. ¿Queremos proteger a los niños de
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    la identidad no es un dato de la naturaleza, sino el producto de un reconocimiento
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    la identidad no es un dato de la naturaleza
  • Fernanda Velazquezcompartió una citael año pasado
    , la identidad no es un dato de la naturaleza
  • alejandro carmonacompartió una citahace 4 meses
    ¿cóMO TENÍA QUE SER DE GRANDE UNA CIUDAD PARA LOS GRIEGOS?
    El filósofo griego Aristóteles tenía las ideas claras sobre cómo debía ser de grande la ciudad perfecta: sostenía que todos los ciudadanos debían conocerse entre ellos, al menos de vista. Si no era así, la ciudad había crecido demasiado.
  • alejandro carmonacompartió una citahace 4 meses
    Se intentó ajustar el calendario añadiendo o eliminando días, hasta que Julio César decidió resolver esta cuestión. Encargó a un astrónomo de su confianza elaborar un nuevo calendario, que entró en vigor en el año 46 d. C. Para recuperar los días que no aparecían en el pasado, aquel año duró 446 días, ganándose el nombre de «año de la confusión»...
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