Silvina Ocampo

tristes como despedidas en la noche.

Entonces advertí que era un hombre disfrazado de mujer

Entonces advertí que era un hombre disfrazado de mujer

los hombres no se disfrazarán de mujer para entrar en mi casa sino en la de ella

al sentir ese gusto, que, según él, le recordaba la infancia, adquiría la indulgencia necesaria para soportar la falta de lógica de sus adversarios.

He oído más de quinientas lluvias en este cuarto.

El amor y la muerte se parecen: cuando estamos perdidos, acudimos a ellos.

«Si deseamos sinceramente acumular virtudes y atesorar méritos tenemos que amar no sólo a los hombres, sino a los animales, pájaros, peces, insectos, y en general a todos los seres diferentes de los hombres, que vuelan, corren y se mueven».

Pero en aquel momento pensé que mi visión del mundo se estaba transformando y que muy pronto mi piel, el agua, el aire, la tierra y hasta el cielo se cubrirían de esos mismos puntitos,

salí del trabajo como de un túnel.