Tabitha Suzuma

Cierro los ojos y siento cómo una espiral de locura sube por mi columna vertebral y se cuela en mi cerebro. La veo explotar como el sol. Así que era esto; así se siente uno cuando, tras una larga y dura lucha, pierde la batalla y al fin se vuelve loco.

Sus intenciones son buenas, pero lo que no entienden es que su mera presencia hace que quiera morirme.

Me estoy enamorando, pero no pasa nada, porque es de él de quien me enamoro, de Lochie

—¡No hemos hecho nada malo! ¿Cómo puede un amor como éste ser tachado de horrible si no le estamos haciendo daño a nadie?

No lo sé —susurra—. ¿Cómo algo tan malo puede hacernos sentir tan bien?

De entre los miles de millones de habitantes de este planeta, él es la única persona con la que no puedo estar.

Y te quiero, te quiero tanto que duele, pero lo único que puedo hacer es apartarte de mí y hacerte daño hasta que por fin tu amor se convierta en odio»

No hay leyes ni límites para los sentimientos. Podemos amarnos el uno al otro tanto y con tanta intensidad como queramos. Nadie, Maya, nadie podrá quitarnos eso

que lo que para los demás es enfermizo, retorcido y asqueroso, para nosotros es algo completamente natural y maravilloso y tan… tan bueno?

«¡No me dejes, no te vayas! ¡Tú eres mi amor, eres mi vida! Sin ti no soy nada, no tengo nada. Si te pierdo, lo pierdo todo».