Eva Ilouz

Las relaciones sexuales matrimoniales se entendían como potencialmente equilibradoras de la racionalidad instrumental que acompañaba al comercio moderno.

Hemos argumentado antes que el sexo produce capital ya sea directamente, como trabajo sexual, o indirectamente, a través de la regulación de la sexualidad en la esfera de la reproducción, así como produciendo de manera colectiva trabajadores asalariados dóciles que estén dispuestos y sean capaces de mercantilizar su fuerza de trabajo.

Algunos mantienen que, en la nueva cultura, la economía consumista en general crea una obra de fantasía masiva, eróticamente cargada, que estructura la conciencia colectiva y reproduce el capitalismo.

Dicho de otro modo, el sexo se ha convertido en el principal indicador de libertad, elección y cosmopolitismo en la cultura contemporánea

En esta categoría, el sexo no se concibe ya en términos estructurales, como en las dos primeras categorías que hemos analizado.

El sexo es capital en el sentido de que se intercambia entre personas en un nivel interindividual, y no se concibe como una mercancía

lo que se intercambia es sensualidad y produce capital social en círculos sociales más reducidos y relativamente limitados.

Más bien, el sexo funciona como una esfera social de valor y clasificación independiente, y a diferencia de las dos categorías antes mencionadas de capital sexual, no se basa específicamente en la distinción moral entre sexo bueno/sexo malo.

Un campo sexual es una economía de pequeña escala de clasificación social, organizada alrededor de la deseabilidad del yo para otros.

La deseabilidad para otros en realidad mejora la popularidad y el éxito sociosexual en los círculos sociales de la persona