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Laura Restrepo

  • Lalo Hdezcompartió una citahace 2 años
    Agustina, amor mío, no te tragues las palabras que te vas a atorar, pero mi voz no le llegaba, todo lo nuestro era extrañeza y distancia, éramos dos animales agotados que no logran acercarse el uno al otro pese a estar entre la misma cueva, mientras que abajo la ciudad palpitaba en silencio, agazapada y rota, como si la hubiera quebrado el horror de esa noche y ahora esperara el inicio de la próxima andanada.
  • Frigáneacompartió una citahace 2 años
    ambos eran la clase de ser humano que se sabe hermano de los perros.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    Era una tarea desapacible entrevistar treinta muchachas con talles de avispa y cerebros del mismo animal.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    Reconozco que también me lastimaban el orgullo su mucha juventud y sus pocos kilos, pero lo más doloroso era tener que concederle importancia a la sonrisa Pepsodent de miss Boyacá, a la soltería cuestionada de miss Tolima, a la preocupación por los niños pobres de miss Arauca.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    —Salga para el barrio Galilea, que allá se apareció un ángel.
    —¿Qué ángel?
    —El que sea. Necesito un artículo sobre ángeles.
    Colombia es el país del mundo donde más milagros se dan por metro cuadrado. Bajan del cielo todas las vírgenes, derraman lágrimas los Cristos, hay médicos invisibles que operan de apendicitis a sus devotos y videntes que predicen los números ganadores de la lotería. Es lo común: mantenemos una línea directa con el más allá, y la nacionalidad no sobrevive sin altas dosis diarias de superstición. Gozamos desde siempre del monopolio internacional del suceso irracional y paranormal, y sin embargo, si era justamente ahora —y no un mes antes ni un mes después— que el jefe de redacción quería un artículo sobre aparición de ángel, era sólo porque el tema acababa de pasar de moda en Estados Unidos.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    El abuelo se quedaba dormido en medio de la lectura y entonces yo, sonámbula, repetía en voz baja retazos de su trabalenguas todopoderoso. Samaria, Galilea, Jacob, Raquel, Bodas de Caná, lago Tiberíades, María de Magdala, Esaú, Getsemaní, retahíla de nombres sonoros que rodaban bienhechores por mi alcoba a oscuras, cargados de siglos y de misterios. Los había también pavorosos, como las palabras «mane teselfares», que aún no sé qué significan pero que presagian la destrucción, o como éstas otras, «noli me tangere», durísimas, dichas por Jesús resucitado a Magdalena.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    Confieso que cuando mi jefe dijo «Galilea», en ese primer momento la palabra no me transmitió nada. Hubiera debido obrar en mí como una premonición, como una señal de alarma. Pero no fue así, tal vez porque la voz fastidiosa que la pronunció le había apagado la fuerza. Simplemente se daba el hecho peculiar de que a los barrios más pobres les endilgaban nombres bíblicos —Belencito, Siloé, Nazaret— y yo no le di al asunto más vueltas que ésa.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    Después subimos por entre los barrios populares de la montaña hasta que se borraron las calles. Había empezado a llover, y el taxista me dijo:
    —Hasta aquí la puedo traer, tiene que seguir a pie.
    —Está bien.
    —¿Seguro quiere que la deje? Se va a mojar.
    —¿Hacia dónde camino?
    Me respondió con un gesto vago de la mano, como señalando la punta invisible de la montaña:
    —Hacia arriba.
    Con razón hay ángeles allá, pensé. Eso queda llegando al cielo.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    La tal Galilea era una barriada de vértigo.
  • Añita Piñacompartió una citahace 4 meses
    El interior de la casa despedía un olor a guarida de fumador empedernido.
    —Padre, vengo porque me hablaron de un ángel… —dije tratando de escampar bajo el alero.
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