Lo que envidio es la libertad de pasearse solo, de ir, de venir, de sentarse en los bancos del jardín de Tuillerías, y sobre todo del Luxemburgo, detenerse ante las vitrinas artísticas, entrar en las iglesias, los museos, pasearse en la noche por las calles viejas; he allí lo que envidio y he allí la libertad sin la que una no puede convertirse en una verdadera artista. ¿Creen que aprovechamos lo que vemos cuando estamos acompañadas o cuando, para ir al Louvre, es necesario esperar su carro, su dama de compañía o a su familia?
¡Ah! ¡Maldita sea! ¡Es entonces cuando enfurezco por ser mujer! Voy a conseguir ropa burguesa y una peluca, me haré tan fea que seré libre como un hombre. Ésa es la libertad que me falta y sin la cual no se puede llegar seriamente a ser algo.