Su prosa en todo caso resulta vibrante, pero jamás cae en la afectación. Marx quiere conquistar su cerebro, estimado lector, no su corazón. Y si es un profeta, su Dios es la lógica del proceso dialéctico de la historia que aprendió de su san Juan Bautista particular, que lo precedió y lo iluminó: Georg W. F. Hegel.