cedemos a los miedos, viviremos siempre mirando al suelo, respirando polvo, con la incertidumbre del futuro negándonos también el presente. Si nos levantamos y corremos hacia lo que queremos (la vida misma), pese a que no tenemos garantías de éxito, estaremos reafirmando nuestra dignidad, nuestro derecho a vivir de la única manera posible: en pie, con la cabeza bien alta, mirando hacia la luz.