Un mirlo llega por accidente a un palacio y el noble que habita allí lo agasaja con la mejor música y el mejor vino. El mirlo, a pesar de todo, está triste y aturdido. Obligado por el noble, bebe unas gotas de vino y no osa soltar una nota ante la música estridente. Días después aparece muerto en el jardín. «¿Qué ha ocurrido?», no entiende el noble. Un sabio le da una sencilla explicación: agasajó al mirlo como le hubiese gustado que lo agasajaran a él, no como habría querido el mirlo.