El horror de la guerra civil en Siria es quizá el último capítulo del pacifismo de salón que pregonan los progres, que intentan lavar su conciencia desplegando pancartas y buscando la foto con el refugiado que acogen, pero sin proponer soluciones reales. El drama de los refugiados o la destrucción total de ciudades son sólo los ejemplos gráficos de la extensión injustificada del buenismo progre, y ponen de manifiesto la idoneidad de una intervención precoz como método más fiable para erradicar la propagación de elementos radicales.