Dicha oscilación, dicho movimiento revela la capacidad del afecto para condensar sentidos, y precisamente esa es su potencia política: la de yuxtaponer, como sedimentos acumulados, sentidos políticos, experiencias colectivas, temporalidades e historias (de clase, identitarias, de género, etc.). El afecto es a la vez evento y memoria: tal su potencia expresiva en contextos de disputa a la vez política y cultural, y que adquiere una centralidad inédita en las nuevas inflexiones de lo democrático.