De los libros se puede afirmar lo mismo que de todos aquellos objetos cuya cantidad sobrepasa la medida de lo soportable: ya sean los coches en la calle, los vestidos en el ropero o las estrellas en el cielo. Estos amigos, que hemos acariciado alegremente con la mirada, se transforman en enemigos que intentan enterrarnos bajo su peso.