Sin embargo, Penderecki ha perdido la fe en el desarme de los corazones. Considera ingenuo pensar que la música puede hacernos mejores personas y crear un mundo mejor, aunque admite que antes, hace ya mucho tiempo, pensaba de otra forma al respecto. Ahora lo considera un delirio mental del que ha conseguido liberarse. La música no puede cambiar la realidad. En el mejor de los casos, puede aliviar el dolor causado por ella. La música, dicho de otra forma, no es más que una venda en la herida que el mal abre una y otra vez en la humanidad.