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John Fante

  • Tess Pedrocompartió una citael año pasado
    Era el típico día que torturaba a un escritor, tan hermoso que tenía la certeza de que le despojaría de ambición y sofocaría cualquier idea nacida de su cerebro.
  • Tess Pedrocompartió una citael año pasado
    Escribir guiones era más fácil y daba más dinero, ya que aquella subliteratura unidimensional sólo exigía del escritor que tuviera a los personajes en movimiento. La fórmula era siempre la misma: pelear y copular. Al terminar se lo dabas a otros, que lo hacían trizas para hacer una película con los restos
  • Tess Pedrocompartió una citael año pasado
    Todo, todo se había perdido. Aquellos no eran mis hijos. Sólo eran cuatro espermatozoides varados en alguna oscura trompa de Falopio.
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    Los montes eran gigantescas túnicas blancas que caían a plomo hacia la tierra
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    El aire frío le humedeció los ojos. Eran castaños, eran dulces, eran ojos de mujer. Le había quitado los ojos a su madre al nacer, ya que después del nacimiento de Svevo Bandini, la madre no había sido ya la misma, achacosa siempre, siempre con expresión de enferma después del parto, hasta que murió, y a Svevo le tocó tener ojos castaños y dulces
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    Era muy blanca esta Maria y mirarla era verla a través de una finísima capa de aceite de oliva
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    Dio cane. Dio cane. Quiere decir que Dios es un perro y Svevo se lo decía a la nieve. ¿Por qué habría perdido diez dólares aquella noche en una partida de póquer en los Billares Imperial? Era muy pobre y tenía tres hijos, y no había pagado los macarrones, ni la casa en que estaban los tres hijos y los macarrones. Dios es un perro.
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    ¿Cómo se va a pasar una Navidad feliz cuando teniendo mujer y tres hijos se sigue estando solo?
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    La burbuja gigantesca que perseguían camino del sol reventó entre ambos y el hombre gruñó con alivio jubiloso, gruñó como hombre contento de haber podido olvidar muchísimas cosas durante unos instantes, y Maria, silenciosa en su breve mitad de la cama, se quedó escuchando los latidos de su propio corazón y se preguntó cuánto habría perdido Svevo en los Billares Imperial.
  • Liliana Lanz Vcompartió una citael año pasado
    Tenía catorce años entonces y el descubrimiento de que su madre no le excitaba hizo que la despreciase en secreto. Siempre vigilaba a su madre por el rabillo del ojo. Amaba a su madre, pero la odiaba.
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