Nellie Campobello

  • Andrea Florescompartió una citahace 9 meses
    Lo fusilaron una tarde fría, de esas tardes en que los pobres recuerdan su desamparo. Le cayó muy bien la cobija de balas que lo durmió para siempre sobre su sarape gris de águilas verdes.

    El destino cruel de los desamparados pero viéndolo como una oportunidad para estar mejor

  • Ingrid Garcíacompartió una citael año pasado
    Cuatro soldados sin 30-30
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    “El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo.”
    Al inicio de Cien años de soledad (1967), García Márquez recreó así aquella cláusula de Pedro Páramo (1955): “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
    De esta hermosa manera, Cien años de soledad le reconoció a la novela del mexicano que le hubiera servido de guía en la entrada al laberinto de su estilo
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    Como todos sus lectores recuerdan, García Márquez incorpora en su narración a personajes de otras novelas latinoamericanas: Víctor Hughes de El siglo de las luces, un personaje relacionado con el protagonista de La muerte de Artemio Cruz, el bebé Rocamadour de Rayuela… Sin embargo, en la novela del colombiano, que es la narración voraz y total de la historia de una familia y de una nación y que es también el símbolo lingüístico de un continente (y muchas cosas más, afortunadamente), Pedro Páramo no está presente en la mención de uno de sus personajes; está tejido con su propia carne textual, ofreciéndole a su imagen inaugural el ritmo, el tono lexical, la mesura de las frases: la frase inicial de Cien años de soledad será un tema fundamental a lo largo de la novela con variaciones en momentos decisivos de la historia, siempre ante la cercanía de la muerte, como en el memorable pasaje de la masacre de obreros de la bananera
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    Más aún, al final mismo de su novela, García Márquez volvió a recoger una imagen procedente justo de la última línea de Pedro Páramo, cuando Aureliano, al despertarse de la borrachera por la muerte de Amaranta Úrsula y al recordar a su hijo, cree que ésta ha resucitado para ocuparse del niño: “Pero el cadáver era un promontorio de piedras bajo la manta”
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    El montón de piedras en que se convierte Pedro Páramo es la imagen más irónica posible ante el Cristianismo como institución; y el montículo de piedras en que se ha transformado Amaranta Úrsula es la metáfora más desoladora ante el optimismo historicista de la perfectibilidad humana.
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    Rulfo narró, uniéndolos de manera estructuralmente perfecta, el mito del regreso de un hijo al paraíso de su madre y el mito de un san Pedro fundador, como piedra que es, de un mundo autosuficiente: “Eres piedra…” Pero aquel paraíso nunca fue sino un infierno, desde el momento mismo en que recibió su nombre: Comala; y el fundador nunca fue otra cosa que la piedra que le daba nombre –Pedro–, nunca fue otra cosa que un montón de piedras que terminaron derrumbándose y dejando caer, en el mismo acto, al pueblo y a la historia
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    La novela de Rulfo es el ejemplo magistral de la novela más abierta y más libre de la literatura latinoamericana del siglo XX; la del colombiano, igualmente magistral, es la estructura autosuficiente más perfecta en ese mismo siglo.
    Cien años de soledad no hubiera sido posible sin Pedro Páramo y Pedro Páramo no hubiera sido posible sin Cartucho de Nellie Campobello
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    Ésta anticipa lúcidamente muchos rasgos que definirían el estilo de Rulfo: ese trato constante de las palabras con el silencio; ese parentesco en acción del silencio con la sobriedad irónica, tierna, de frases elípticas, breves, brevísimas, a veces casi imposiblemente breves; esa velocidad de la narración que, sin transición, recorre instantáneamente todos los registros del lenguaje y todas las intensidades de la realidad; esas metáforas súbitas y reveladoras de una acendrada unidad y fragilidad del mundo en donde lo humano y la naturaleza dejan de oponerse; esa convicción profunda, terrenal, de que el lenguaje, su lenguaje, corresponde a una experiencia propia e intransferible.
  • Rafael Ramoscompartió una citael año pasado
    Es cierto que Cartucho no ha tenido el reconocimiento que merecen su singularidad y maestría narrativas; pero, dada la naturaleza de la república literaria mexicana en el siglo XX, donde la única cualidad permanente es el olvido de su propia tradición, el caso de Cartucho no es excepcional
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