Beatriz Russo

Nunca debió pensar que le sobraría tiempo para hacer nuevos amigos. Pero lo pensó y la desilusión no hace sino incrementar su malestar.

Bruna Vals tuvo que caminar durante seis años para darse cuenta del alcance de sus pasos.

Como todo en su vida; inició el entrenamiento con una obediencia casi monacal — ella se lo toma todo muy en serio al principio—, después le llegó la desidia y el final de la mecha.

Qué difícil resulta la vida cuando no se tiene a nadie a quien destrozársela.

Bruna nunca supo cómo deshacerse de esa mierda acumulada. No sabe cómo transformarla en abono para fortalecer su jardín descuidado y favorecer su sostenibilidad.

Las series la entretienen, alargan un poco más su vida, porque la mantienen despierta un par de horas más. ¿La alargan de veras o la anestesian?

Alguien que le dé paz?, ¿bromea? No hay nadie en su vida que le dé paz.

lo más correcto para erradicar una esperanza en ambas partes sea el exterminio.

Si en el ADN de Bruna Vals apareciera el componente de «exterminio sentimental» y existiera una medicación para controlarlo, su vida sería mucho menos complicada. ¿Por qué la ciencia no se encarga de estas cosas?

¿Por qué no intentan clonar el amor y los buenos sentimientos? ¿Por qué no se puede trasplantar un corazón que ame?