De ninguna manera voy a dejar que alguien más entre aquí y reclame esa dulce cosita. Ni una maldita posibilidad.
—Este es el trato. Te daré el precio que pediste, y también tomaré a tu hija. Pero quiero que te vayas.
Se ríe como si estuviera bromeando. —El trato es que tú seas el dueño del lugar, y yo me quedo como socio gerente. Necesito a alguien que arregle el lugar, pero pienso quedarme y disfrutar. — Se acomoda los vaqueros y me dan ganas de darle una patada en los huevos.
—No solo te quiero fuera de esta arena, te quiero fuera de este puto estado. Y quiero que suceda esta noche.
—No puedes hablar en serio. —estrecha sus ojos hacia mí.
—Pruébame. — Saco mi teléfono y lo levanto. —Incluso te daré el doble de lo que pides, pero si vuelvo a ver tu cara por aquí, será la última vez que respires sin la ayuda de una máquina.
Su rostro palidece y traga con fuerza. — ¿Adónde se supone que debo ir?
—Por mí puedes irte directamente al infierno. — Abro mi teléfono y envío un mensaje a mis contables. Responden enseguida y me lo guardo en el bolsillo trasero. —Ya está hecho, lárgate de mí edificio.
—Tengo que coger mis cosas y despedirme de...
—No. — interrumpo. —No puedes decirle ni una puta palabra a mi chica. Nunca más.
—Espera, tal vez deberíamos hablar un poco más de esto.
— ¿Quieres el dinero o no?
Lo piensa durante medio segundo y mira en la dirección en la que se fue Tracy. Sé que está sopesando el dinero con su hija, y no me sorprende cuando finalmente se encoge de hombros como si no fuera gran cosa.
—Lo que sea. — dice finalmente y pasa junto a mí. —Diría que nos vemos, pero me alegro de haberme librado de esta pocilga. — refunfuña, y me doy la vuelta para asegurarme de que sale por las puertas principales.