La otra cara de la moneda es que, desaparecido el principio de autoridad e instalados en la creencia de que toda voz merece ser escuchada y tenida en cuenta, es posible que estemos ante una generación peor informada que la anterior, pese a su gran facilidad de acceso a fuentes del saber de todo tipo. De hecho, fenómenos como el masivo reclutamiento terrorista en la red o la aparición de nuevos delitos vinculados a internet como el ciberbullying, la ciberpornografía o los «retos suicidas», entre otros muchos, nos alertan de lo anterior.