Raquel García Lozano

  • Talia Garzacompartió una citahace 2 años
    No me fue fácil ganarme su confianza. Creo que su experiencia vital le enseñó a ser algo suspicaz, o al menos precavido, al relacionarse con la gente. En nuestros primeros encuentros, se sentaba en un sillón frente a mí, pero con el cuerpo y el rostro vueltos hacia otro lado. Escuchaba muy poco y hablaba mucho. Básicamente, me daba lecciones. Sin embargo, en cada reunión posterior, se giraba unos centímetros hacia mí. En cada reunión, sermoneaba menos y hablaba —y escuchaba— cada vez más.
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    El olvido era el sabor de la vida nocturna. En la furibunda oscuridad, el olvido los envolvía como el seno materno, y al cantar decían «allí» en vez de «aquí»
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    esa quemadura de nostalgia
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    Amor y odio, ambos producen sometimiento
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    terrones de tierra. La rugosa y áspera fricción hizo que sus terminaciones nerviosas temblaran y produjeran una estimulante excitación
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    Mientras tanto, los dedos de sus pies descalzos se clavan en la tierra húmeda
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    los terrones se mueven como si por debajo escarbase
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    Primero murieron sus ojos, y su piel seguía vibrando. Después se calmó la piel y solo quedó una pata delantera golpeando los excrementos como el bastón de un hombre ciego. Con la muerte de esa pata llegó la calma
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    Estaba sentado con la cabeza inclinada y el cuello dirigido hacia delante. Su rostro era frío, como hecho con economía de medios, cada línea con un propósito
  • Florencia E.compartió una citahace 7 meses
    Y el silencio, el silencio de un solitario barrio de Jerusalén en un solitario amanecer, recorría la calle arrancando agujas de las copas de los pinos. Las agujas arrancadas producían un ligero susurro que traspasaba las contraventanas cerradas, que traspasaba los huesos. Y los gatos, en la oscuridad, se erizaban de miedo sobre las barandillas de las terrazas. Dov giraba la cabeza hacia la puerta
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