Quince años después, Carmélien encontraba intacto su dolor, porque las heridas de infancia no sanan nunca.
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nuestra región enamorada de la lluvia y del viento
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—Oye, tu papá sabe lo que hace. Una mujer es como un naranjo o un árbol de lichis. Están hechos para dar vida.
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Le traen troncos de la Guyana porque nuestros bosques están desiertos
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¿De qué sirve una madre si no es para ser muralla contra el egoísmo y la crueldad de los padres?
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Es el viento, es el viento. En la negrura, la montaña dormía tranquila y él, el viento, estaba acostado a sus pies
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Entonces, el viento me sopló esa idea con su gran risa demente. ¡Él es, él es el culpable
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Travesía del manglar. Me alcé de hombros. —El manglar no se atraviesa. Te clavas en las raíces de los mangles. Te entierras y te asfixias en el lodo salobre
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Sí, oigo la cabalgata de los mangos con prisa de hundir sus semillas en el vientre de la tierra para volverse, a su vez, eternos
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Me gustaría ser mi ancestra india para seguirlo a la pira funeraria. Entonces nuestra plática no tendría fin
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