Las personas normales tienen una capacidad limitada para relacionarse con la plasmación de su belleza física. Y, al propio tiempo, sienten la atracción de la belleza concreta, la anhelan. Este anhelo las lleva a suspirar por las manifestaciones de tal belleza y a tratarlas con un respeto exagerado. La gente desea identificarse con esa belleza, en parte porque así se crea la ilusión de que la belleza del objeto de la identificación se transmite a quien se identifica con él.