Superó esto siguiendo la técnica siguiente: tres veces al día se aislaba en un cuarto. Se sentaba cómodamente en una butaca, relajaba su cuerpo y cerraba los ojos. Tranquilizaba su mente y su cuerpo lo mejor que podía. La inercia física favorece la pasividad mental y torna la mente más receptiva a la sugestión. Contrarrestaba la sugestión de miedo diciéndose a sí misma: "Canto maravillosamente.
Estoy equilibrada, serena, confiada y tranquila".