Gabriela Wiener

Hablamos sobre los y las follaindias y follanegras, blancos embargados de una culpa blanca que hace que se acerquen a nuestros cuerpos solo para fetichizarnos; pero también de lo que ocurre en nosotros, cuerpos racializados, por ese mandato, por haber aprendido que los cuerpos deseables son los blancos, delgados y normativos, mientras despreciamos lo que se parece a nosotros. La teoría me la sé. Pero cómo me la meto al cuerpo.

Él se enamoró de mí aquella vez que fue a buscarme a mi casa y me vio por primera vez llevar un vestido largo azul, de flores blancas, y no mis minifaldas con las que iba a trabajar, y encima estaba comiendo bucólicamente una manzana. Le parecí menos puta de lo que pensaba que era. Se equivocaba. Pero ya era tarde.

Sentí amor por las quemaduras de sus piernas y de su alma. Odié a su padre, quise a su madre.

Estoy cansada de ser un tema de debate, en el que puedas posicionarte a favor o en contra. Solo espero compañía, no quiero que me aleccionen con la teoría king kong, ni con el manual del perfecto poliamoroso. Ni que me miren desde su superioridad moral, como si no se hubieran revolcado alguna vez en el barro por amor, aunque sea monógamo. ¡Estoy sufriendo!

Hacia dónde lleva el camino que haré con las pequeñas piedras de mis cicatrices si solo hay muros a mi alrededor? Yo, que tenía una granada en la mano siempre apuntando al cancerbero, ahora estallo como la mujer bomba. Las víctimas engendran sus verdugos

Para nadie es fácil revisar las creencias y estructuras sobre las que nos sostenemos, incluso muchas de las que consideramos subversivas, pero al menos lo intentamos.
Nos dijeron muchas cosas.
No escuchamos ninguna.
Nos estrellamos contra nuestras propias limitaciones, pero seguimos

No sé si la libertad es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír, o un lujo que no todos pueden permitirse. Solo sé que no quiero ser nunca más como dijo una poeta:
«El pájaro que se vuelve jaula».

Y me encuentro en su cuerpo con los enigmas: una Gabriela inmortal, bonita, joven, que empieza a amarse mientras él la ama. Y ya siento que lo conquisto fácilmente, que avanza y me conmueve ver cómo crece su placer, cómo empieza a arder por mi culpa y nuestros ojos se desesperan y se hablan en sus mil idiomas y se cruzan en la inmensidad de nuestra historia en común.

La apariencia de un embrión no puede ser otra que la marina. Su forma no es humana. Tiene cola. Mide de dos a cuatro milímetros y sus ojos son como el par de puntos negros que a veces encontramos en un huevo crudo antes de echarlo a la sartén.

Hace algunas décadas se sostenía que el bebé del hombre atravesaba todas las etapas de la evolución en el vientre de la madre, que tenía agallas de pez y cola de mono. Era verosímil. Luego se probó que ésas no eran ni agallas ni ésa en realidad era una cola, pero al ver las imágenes de la evolución del feto bien podría concluirse que el embarazo es el tráiler de la película de la vida. ¿Te gustaría ver la peli completa?