Kathryn Stockett

Gracias, pero no podría imaginarme un plan peor.

¿Qué... qué te gustaría hacer, Skeeter?
Me alarmé, esperando que no estuviera tentado de emborracharse otra vez.
–Tomar una coca-cola, con mucho hielo.
–No –sonrió–, me refiero a... en la vida.

Eres buena, eres lista, eres importante

todas las tardes le digo: «Eres buena, eres lista, eres importante».

Por supuesto que existen las barreras, y además sabes tan bien como yo ande están.
Aibileen niega con un gesto.
–Antes creía en ellas, pero ya no.

–Por supuesto que existen las barreras, y además sabes tan bien como yo ande están.
Aibileen niega con un gesto.
–Antes creía en ellas, pero ya no. Sólo existen en nuestras cabezas.

no hay barreras pa la bondad.

Me echaría a llorar si tuviera tiempo para ello

–No dejes que se aproveche de ti.
Me vuelvo y la miro con sospecha. Por muy frágil que parezca bajo sus mantas de lana, ¡ay de aquel que se atreva a minusvalorar a Madre!
–Si ese Stuart no se da cuenta de lo inteligente y atenta que eres y de lo bien que te he educado, que se vuelva a State Street. –

Cosas que no se pueden vestir», los pantalones deportivos grises de corte masculino. Cuando termina, sonríe satisfecha