Tamara Ireland Stone

La cabina de sonido.

Por un momento, todo

—¿Hannah? —Aaron estaba en las escaleras detrás de mí—.

Alyssa coqueteaba con él sin tregua, pero él seguía mirándome y me dedicaba esas semisonrisas que hacían que mi cara se sonrojara. Creí que ella se había dado cuenta, pero cuando entramos al coche, se dio la vuelta, me miró y dijo: «Dios, ¿has sentido la tensión sexual entre Aaron y yo?».

Hannah: ¿Estás seguro de que no volverá a ocurrir?

Debes ir a su obra esta noche —solté, sin pensarlo.

—Sí. —Luke me miró de reojo—.

Abrí los ojos y miré hacia el público.

—Oh, tierra… ¡eres demasiado maravillosa para que nadie lo adivine!

Sentí otra lágrima y otra, pero no me las limpié. Y luego fijé mis ojos en los ojos de Luke y dije mi línea final, solo para él.

—¿Algún ser humano se da cuenta de la importancia de la vida, cuando la viven, cada, cada minuto?

Luego me vio. Bajó las escaleras volando y me rodeó los hombros con sus brazos—. Estoy muy contenta de que estés en casa

te quiero pase lo que pase.

—No como ella —sacudí lentamente la cabeza—. Nadie me quiere como ella.

Emory y Luke, eso es lo que yo quería. Eso es lo que yo merecía. Era una vara alta y tampoco me quería conformar.

Luke: Ahora suenas como su mejor amiga.