¿Cómo explicar, si no, nuestra ausencia de pelaje, la capa de grasa subcutánea, única entre los primates, o los millones de enormes glándulas sebáceas que nos lubrican la piel, y que ningún animal terrestre posee en tales proporciones? Todas estas misteriosas características de nuestro cuerpo, que parecen inútiles y nos diferencian del simio, serían adaptaciones al medio acuático.