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Michelle Roche Rodríguez

  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    No me consideraba atractiva, pero algo brillante había dentro de mí. En ese momento fui consciente de la energía producida por el latido de mi corazón.
  • Laura Segoviacompartió una citahace 3 meses
    Una tarde, después de rezar el rosario, mi madre emergió de la penumbra gris de su cuarto enfundada en un vestido negro nuevo, como si fuéramos a recibir una visita. Era el momento de sentarnos en la ventana, me informó. La costumbre dictaba que, como a las muñecas en los comercios, a las mujeres en edad casadera las pusieran en exposición hasta que un hombre quisiera llevárselas o, según el eufemismo de la época, «pretenderlas». Hasta ese día yo nunca había «ventaneado», e ignoraba por qué alguien podría regocijarse de perder el tiempo en semejante ocupación –o, más bien, «desocupación»–. Una vez Sara me habló de eso como de un acontecimiento en la vida de una mujer, pero la práctica me parecía tan anticuada como ridícula. ¡Qué terrible sino el de las condenadas a mirar cómo pasa la vida de los demás, sentadas en actitud secundaria de humildes espectadoras!
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    Una de las particularidades de aquellos tiempos era la naturalidad con que hablábamos de los horrores de las torturas y la violencia policial,
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    Una preocupación acuciosa suya era que los ascendientes animales más o menos remotos se manifestaran de una u otra manera en las personas. El razonamiento lo llevaba a concluir, como mucha gente de la época, que la civilización estaba en constante asedio por el barbarismo.
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    Para ella, los efectos de las razas inferiores en nuestro mestizaje nos inclinaban a la barbarie.
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    la polución de nuestra carne a consecuencia de nuestra condición de seres humanos.
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    la tragedia de los cuerpos en brutal batalla contra la parca.
  • Héctor Rojocompartió una citahace 2 años
    En cada confesión, el padre Ramiro contaba cómo la realidad frustraba las ilusiones formadas por las fantasías impresas. Que una era la voluntad de Dios y las otras estaban fraguadas por el demonio.
  • Laura Segoviacompartió una citahace 3 meses
    La gente sospechaba de las lectoras, mortificándolas con el fantasma del bovarismo. Mi madre, las monjas y las maestras que me criaron afirmaban que, como la heroína de Gustave Flaubert, la afición excesiva por los libros podía llevarme a la insatisfacción afectiva. Quizá tenían razón y la fuente de todos mis problemas era mi voracidad, incluso, de conocimiento. En cada confesión, el padre Ramiro contaba cómo la realidad frustraba las ilusiones formadas por las fantasías impresas. Que una era la voluntad de Dios y las otras estaban fraguadas por el demonio. Gustosa hubiera hecho un pacto con Satanás solo por no escuchar más nunca algún comentario sobre la nocividad de las lecturas en la mente de las mujeres. Nadie se atrevía a decirles tonterías semejantes a los hombres.
  • Laura Segoviacompartió una citahace 3 meses
    El paquete envuelto en una tela brillante era para mí. Casi no podía disimular mi excitación cuando Teresa me lo entregó. Cuando lo desenvolví me encontré con que era un libro: una preciosa edición bilingüe de El paraíso perdido, del poeta inglés John Milton. Miré a papá sonriendo: hacía años que buscaba ese libro. Me alegré de que él hiciera caso omiso de las opiniones de mi madre contra Modesto; una persona que regala libros no puede ser nunca un inconveniente.
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