le fuera posible disfrutar del anonimato, Trotski se bajaría en una de esas pequeñas estaciones que tanto le hubieran gustado a Tolstói, en medio de los indios y los peones. Conoce la vida granjera, el olor del heno, el chirriar de los ejes de las carretas y el horizonte rojo sobre la planicie. Podría leer libros, cultivar su jardín. Muchas veces ha tenido que hacer un esfuerzo para apartarse del retiro y de los libros, para regresar a la ciudad y a las furias de la Historia. Después de la Revolución, sí, después del triunfo mundial de la Revolución, se bajó del tren, para leer y escribir, para cazar y pescar, como ha hecho cada vez que ha sido vencido. Las partidas de caza en los pantanos de Alma-Ata, durante su exilio en Kazajistán tras la victoria de Stalin. Y luego las salidas para pescar en barco cada mañana alrededor de la isla turca de Prinkipo, una vez que Stalin le expulsó rumbo a Estambul.