Como si esta distorsión del término no fuera suficiente, nuestra cultura ha desgastado la palabra usándola de forma absurda, hasta que ha conseguido robarle todo su poder. Decimos: «Soy un amante de la música clásica» o, peor aún, «Soy un amante de las hamburguesas». ¿Es posible usar la misma palabra para describir lo que sentimos por un trozo de carne y para lo que sentimos por una persona?