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La vida está colmada de pesares: hagamos lo que hagamos, a la larga moriremos;

Mi depresión se había ido adueñando de mí del mismo modo que aquella enredadera había invadido el roble

algo que había adquirido vida propia y que, día tras día, había ido asfixiándome y despojándome de mi vida.

Sabía que el sol seguía saliendo y poniéndose, pero su luz prácticamente no me llegaba.

adopté una posición fetal, agotado por ese peso que me aplastaba y me impedía sostenerme en pie.

Ya no tenía ni siquiera fuerza suficiente para dejar de respirar.

porque aquel estado me había despojado incluso de la energía que habría necesitado para suicidarme.

Hundido en mi cama, quebrado y despedazado por esta cosa que nadie parecía percibir, le recé a un Dios en el que nunca había creído del todo y le supliqué que me liberara.

Me habría sentido feliz aunque hubiera tenido que sufrir la muerte más dolorosa,

pero me encontraba tan aturdido y aletargado que ni siquiera era capaz de concebir la idea del suicidio.