Raúl Niño Bernal

tenemos pocas certezas acerca de lo que sea la conciencia o de que incluso esta exista (Denett, 1995), por cuanto podría ser un constructo del yo, una ilusión esencialista y de corte humanista que justamente forma parte de aquello que intentamos cuestionar desde lo poshumano y lo posantropocéntrico.

hablar de ciencia hoy es explorar procesos de incertidumbre y de indeterminación que abren horizontes de posibilidades en lugar de certezas. Por esto, nos referimos a aquellos conjuntos de vida en ecosistemas, sean estos naturales o artificiales, como posnaturalezas. Prigogine y Stengers (1997) plantearon la necesidad de realizar diálogos experimentales entre la ciencia y la naturaleza, en el sentido de escuchar lo que la naturaleza dice y cómo la ciencia no puede ignorarlo. Así mismo, es necesario pasar de la política (de los humanos) a la ecología (de los no humanos) (Latour, 2013a, 2013b).

Ha quedado claro, desde Latour (2013a, p. 122), que la categorización sujeto y objeto genera aislamiento para los humanos y formas de separación con las otras especies. Este ha sido un argumento más para comprender las dificultades que encarnaba esta separación y asignación privilegiada de funciones, aparte de la imposibilidad de reconocer sentido exclusivamente en los humanos e ignorar o gobernar todas las demás entidades vivas o no. Latour (2013a) va a agregar que la ecopolítica busca reconocer la importancia de la pareja humano-no humano, señalando que es en la conjunción articulada entre estos dos donde emerge una proposición plausible para la vida en el planeta. Esta articulación debe partir del darse cuenta de la voluntad e intencionalidad de los no humanos, de las posnaturalezas, así como se ha reconocido en la idea misma de humano, aunque no siempre se da en la práctica, pues aún persisten muchas exclusiones.