El Pequeño Peter era el más íntimo y único amigo de Peter; en lenguaje psicológico, su «objeto transicional de apego». El apego de un niño a su madre es psicológicamente complejo, pero crucial. En el desarrollo normal del bebé, al principio su madre lo es todo para el niño o la niña. Luego, en algún punto intermedio entre la etapa de lactante y el momento en que ya ha empezado a andar, se da cuenta de que es un ser separado de su madre; esa separación le provoca ansiedad, y llora en cuanto pierde a su madre de vista. A menudo, para evitar esa ansiedad, adopta un objeto que representa la seguridad del apego maternofilial, y que se convierte en el objeto transicional de apego. Suele ser una mantita o un peluche, y se lo lleva consigo a todas partes, especialmente a la cama. El objeto transicional ayuda al niño o la niña a salvar la distancia entre la dependencia y la independencia.
Peter tenía con su madre una relación de apego truncado. Su madre nunca le había demostrado ningún afecto. Desde que era muy pequeño lo dejaba solo, y si era revoltoso en el restaurante, o hacía ruido o se reía porque estaba contento, incluso si decía una sola palabra, lo castigaba. Únicamente el Pequeño Peter le permitía expresarse. Lo canalizaba todo a través de él; y con el tiempo, entre Peter y el Pequeño Peter se estableció un sólido apego.