No ve su chubasquero verde, no se distingue por ningún sitio su pelo rubio. Imagina el hallazgo del niño muerto, el entierro, su propia locura, llega incluso a pensar que, si Andreas ya no está, dejarán de importarle sus otros hijos. Que no le importará Nikolaj, que jamás querrá vivir con él ni con ningún otro.