Necesito estar sintonizado con la voz de mi Padre por encima del ruido de mi propio corazón y del mundo que nos rodea, lo que C. S. Lewis llamó «el Reino del ruido». Necesito desarrollar el ojo de un poeta, que puede ver los patrones en la buena creación de mi Padre. Como un buen narrador, tengo que captar la cadencia y el latido de corazón del Narrador Divino.