Aidan lo agarró por la espalda de su camiseta arrugada, y el impulso empujó a Walker hacia su pecho.
—Se agradecería una ducha y ropa limpia.
Walker giró la cabeza, con las narices separadas por centímetros.
—¿Por quién?
Así de cerca, la mirada de Aidan se paseó por su rostro, buscando consuelo en sus llamativos rasgos. Ojos azules, eléctricos bajo el sol de la mañana. Las ondas de caramelo que le caían sobre la frente, pidiendo que se las cepillaran. Una barba incipiente que le cubría la mandíbula y el cuello, áspera donde el primero parecía la textura de la seda. Añade el olor a café, a White Cristal persistente y a hombre puro, y Aidan se inclinó hacia delante. Su mano en la camisa de Walker se extendió, sintiendo los firmes músculos bajo ella, y éste se inclinó hacia el tacto, un cable vivo que crepitaba mientras el calor corría en un bucle de retroalimentación a través de ese único punto de contacto. La cara de Walker se inclinó hacia la suya, con los labios a escasos centímetros de distancia, y el circuito se sobrecargó, chispeó hasta convertirse en fuego,