Por culpa de las películas de Hollywood, pensamos que siempre hay un redactor jefe al otro lado del teléfono dispuesto a atender al periodista… las 24 horas. La realidad, por desgracia, no puede ser más distinta.
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ni el mejor de los perfumes podía borrarte de la pituitaria el hedor a muerte y destrucción que se te pegaba al cuerpo.
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Desde el terremoto de 2008 en la provincia china de Sichuan hasta ciclones en Birmania y erupciones de volcanes en Indonesia, ya me había echado bastantes catástrofes naturales a las espaldas en el tiempo que llevaba trabajando como corresponsal en Asia.
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En una palabra: el Apocalipsis.
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Se había desatado el pánico; comenzaba la estampida. Pero no había ningún sitio adonde ir
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Como siempre, la diferencia entre largarse o quedarse, que en realidad significaba entre vivir o morir, dependía del dinero.
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contrariamente a lo que se piensa, las catástrofes no están reñidas con la economía y, en la mayoría de los casos, suelen servir para que unos pocos se enriquezcan con el sufrimiento de muchos
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. Por toda la zona financiera de la ciudad se veía aquella procesión de fantasmas marchando con disciplina nipona camino del matadero. No eran más que cadáveres andante
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Tan inocentes y vulnerables, tan ajenos al desastre que se avecinaba, eran la imagen no viva, sino ya muerta, de la indefensión.
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Qué curioso, acumulamos tantas cosas a lo largo de nuestra existencia y, luego… ¡la vida cabe en tan poco sitio cuando se acaba!
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