Javier Sádaba

Citas

Diana Murakamicompartió una citael año pasado
eocrático es aquel Estado que no se diferencia de la religión. La religión domina la vida de toda la sociedad. Es lo que sucede en casi todos los estados musulmanes, e Irán es un ejemplo palpable. En el Estado que recibe el nombre de confesional, la jefatura de dicho Estado es ejercida por algún partido religioso. En el Líbano, caso claro de confesionalidad, se alternan en el poder gubernamental los cristianos maronitas y los musulmanes. Criptoconfesional sería aquel en el que bajo la apariencia de laicidad se favorece a una determinada religión. Por eso España, y lo mismo Italia, no son plenamente laicos. La Constitución española concede ciertos privilegios, apoyándose en razones culturales, al catolicismo. Llama la atención que en países teóricamente muy secularizados la religión continúe teniendo, al menos formalmente, considerable poder. En Gran Bretaña, por ejemplo, la religión oficial es la anglicana y la reina mantiene, al mismo tiempo, la jefatura de la Iglesia, con el curioso arrinconamiento de los católicos, que, como revancha, se han convertido en un grupo elitista por excelencia. Y si de los Estados pasamos a los partidos, en Alemania manda la Democracia Cristiana, denominación no solo confesional sino que suena a algo tan absurdo como hablar de matemáticas cristianas.
Diana Murakamicompartió una citael año pasado
Por lo que hemos visto en párrafos anteriores, la religión, con sus creencias, sigue impregnando la vida política. Lo hace de manera explícita y lo hace soterradamente con símbolos heredados o que son un trasunto de la religión. Piénsese en las banderas o los himnos. El director de cine Karra Elejalde ha dicho, no sé si en serio o en broma, que se haría unos calzoncillos con todas las banderas. Tómese como se quiera, pero algo instruye la frase. Los himnos nacionales suelen ser un canto descarado al ultranacionalismo y a la xenofobia, son una exaltación fervorosa que poco tiene que envidiar de muchas de las actitudes de los creyentes. Sus letras avergüenzan y superan lo más cursi y exagerado de las religiones. El teatro en el que se ha convertido la política, en la que sus actores se parecen a fieles de una Iglesia, delata el fondo cuasirreligioso de las políticas en curso, las cuales acostumbran a ser el curso hacia el poder.
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