Parece que los hombres, al estudiar la gramática en el colegio, han aprendido de memoria una declaración para encajarla en todas ocasiones. Todos dicen lo mismo; todos se mueren por ti; te dicen que no duermen, que no comen, que sueñan contigo; te llaman ángel, diosa, y luego en la mesa del café se rien de su farsa y de tu credulidad, ¡Cuántas veces su comedia suele ser nuestro drama!