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Tom Shachtman

  • Luis Cepedacompartió una citael año pasado
    Chase; creía que estaba siendo envenenado, que su propia sangre se estaba convirtiendo en polvo y que necesitaba sangre ajena para reponer la suya propia y evitar la muerte.
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    Cada sábado volvíamos ansiosos al cine porque el episodio de la semana anterior terminaba con una escena de gran suspense, que dejaba al espectador en vilo. En términos dramáticos, no era un final satisfactorio porque no disminuía la tensión, sino que la aumentaba. La misma insatisfacción tiene lugar en la mente de los asesinos en serie. El acto mismo de matar deja al asesino en vilo, porque el crimen no ha sido tan perfecto como en su fantasía.
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    Sin embargo, no es así como el público se imagina a los asesinos en serie. La mayoría de las personas creen que el asesino en serie es como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde: un día es normal y al día siguiente algún impulso fisiológico se apodera de él, su pelo empieza a crecer, sus dientes se alargan y, cuando hay luna llena, tiene que cazar otra víctima. Los asesinos en serie no son así. Están obsesionados con una fantasía y tienen lo que llamaríamos «experiencias por satisfacer», que pasan a formar parte de la fantasía y les empujan a cometer el próximo asesinato. Éste es el verdadero significado del término «asesino en serie».
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    Una madre solía dejar a su bebé en una caja de cartón delante del televisor mientras se iba al trabajo; cuando volvía, lo metía en un parque, le tiraba un poco de comida y lo dejaba otra vez con el televisor hasta que regresaba a casa. Otro sujeto nos contó que durante su infancia lo encerraban en su cuarto por la noche; cuando salía de su habitación e iba al salón, lo mandaban a otra parte porque la noche era el momento en que su papá y su mamá querían estar solos. El niño creció pensando que era un huésped indeseado en su propia casa.
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    «Sabía mucho tiempo antes de empezar a matar que lo haría, que las cosas acabarían así», nos dijo un asesino múltiple. «Las fantasías eran demasiado fuertes. Las había tenido durante demasiado tiempo y eran demasiado detalladas». Después de empezar a matar, el hombre seguía teniendo fantasías. «Es un desarrollo progresivo. Te cansas de un nivel de fantasía y pasas a otro, a cosas todavía más raras… la cosa fue tan lejos, llegó a tales profundidades, que todavía no he llevado a la práctica mis peores fantasías».
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    Un asesino me dijo: «Nadie se molestó en averiguar cuál era mi problema y nadie sabía nada sobre el mundo de mis fantasías».
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    todos sabemos que muchos niños juegan con animales de compañía y están fascinados por los animales salvajes. Sin embargo, no los suelen torturar deliberadamente. Un niño desviado sintió que era una buena idea abrirle el estómago a un perro con un cuchillo, para ver cuánta distancia podía recorrer el animal antes de caer agonizante; otro cogía gatos y les ponía petardos potentes en las patas, mutilando a gran parte de la población felina de su barrio. Otro niño no tuvo ningún reparo en estrangular a un gato, pero cuando alguien le dio cristal molido de comer a su propio perro, se enfureció y lo sintió mucho.
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    Para la gente normal, el sexo forma parte del amor. Los desviados, en cambio, sienten el impulso sexual sin haber aprendido que tiene algo que ver con el afecto.
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    Lo que empieza como una fantasía termina como parte del ritual homicida. Un hombre que había arrancado las cabezas de las muñecas Barbie de su hermana en la infancia, decapitaba a sus víctimas cuando era adulto. Otro hombre persiguió a un amigo por el jardín con un hacha cuando era joven; de adulto, empleó un hacha en sus asesinatos. A los 13 años, John Joubert le clavó un lápiz en la espalda a una niña al pasar por su lado en bicicleta. La experiencia le resultó estimulante. Cuando vio que nadie le pillaba ni castigaba, aumentó el grado de violencia: la próxima vez que fue en bici, cortó a alguien con una cuchilla de afeitar.
  • Luis Cepedacompartió una citael año pasado
    Ahora que el primer asesinato ha tenido lugar, ya no hacen falta estresores previos para que haya más asesinatos. Una vez cruzado el umbral, el asesino suele planear sus futuros crímenes con más detenimiento. A lo mejor el primer crimen tenía algunos elementos de espontaneidad, pero la próxima víctima será seleccionada más cuidadosamente, el crimen se ejecutará de un modo más experto, y la víctima sufrirá más violencia. Éste, pues, es el modo en que nuestro niño solitario del hogar anómalo se ha convertido en un asesino en serie.
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