durante el día, aunque fueran cortas.
Sin embargo, esta concepción del tiempo no resultaba satisfactoria en las ciudades comerciales, donde la hora podía ser una unidad de producción y la diferencia de un día podía significar también distintas tasas de cambio. Por ello, en las ciudades se computaba el tiempo en horas iguales y mediante relojes. Mientras que, en el campo, los escolares asistían a la lección una hora después del amanecer, en las ciudades los horarios estaban ordenados de un modo más preciso, como lo muestra uno de los Coloquios de Erasmo