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William Faulkner

  • b1441324158compartió una citahace 2 años
    pues es de esa gente que, como cree que el pecado no es más que una palabra, piensa también que la salvación no es tampoco sino cuestión de palabras.
  • Miguel Guisacompartió una citael año pasado
    Los nihilistas dicen que la muerte es el final; los funcionalistas, que el comienzo; pero en realidad no es más que un simple inquilino o familia que deja su habitación o su ciudad.
  • Miguel Guisacompartió una citael año pasado
    la finalidad de la vida no es otra sino la de aprestarse a estar mucho tiempo muerto.
  • Miguel Guisacompartió una citael año pasado
    Pero tampoco acabo de ver claro el que nadie se arrogue el derecho a determinar quién está y quién deja de estar loco. Viene a ser como si en cada hombre hubiera una personalidad más allá de la razón y de la locura, una personalidad que contemplase sus acciones sensatas y las insensatas con el mismo horror y la misma sorpresa.
  • Mary Pachecocompartió una citahace 6 meses
    —El virginiano que nos contó aquella noche durante la cena cómo le habían enseñado a beber como un caballero. Basta poner un escarabajo pelotero en alcohol para conseguir un escarabajo sagrado; y si se pone en alcohol a un hombre de Mississippi se obtiene un caballero…

    Diálogo dicho por Horace Benbow.

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 7 meses
    día siguiente Zilphia abandonó la escuela. A partir de entonces siempre estaba sentada en una silla junto a la ventana que daba a la plaza, con un delantal de hule. Junto a ella, la máquina de la señora Gant ronroneaba sin parar. La ventana no tenía barrotes. A través de ella, Zilphia veía cómo los chicos con los que solía ir a la escuela empezaban a emparejarse inevitablemente, entrando y saliendo de su campo de visión, algunos incluso hasta la casa del pastor o de camino a la iglesia. Un año Zilphia cosió el vestido de novia de la chica a la que solía visitar; cuatro años después, cosió vestidos para la hija de su amiga. Estuvo sentada frente a la ventana durante doce años
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 7 meses
    Cuando Zilphia tenía trece años la señora Gant empezó a examinar su cuerpo cada mes. La obligaba a desnudarse y a pararse frente a ella, muerta de vergüenza, mientras la luz salvaje se colaba entre los barrotes y el invierno gris recorría todo el descampado
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 7 meses
    una mujer que durante doce años había cultivado la apariencia externa de un hombre y que ahora, a los cuarenta, tenía sobre las comisuras de los labios la sombra difuminada de un bigote… siempre ahí, con la paciencia eterna de su crianza campesina y con su fría e implacable paranoia, lo mismo en los días templados que bajo la lluvia y el frío, envuelta en su chal negro
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 7 meses
    Decían que había sido una clienta de la señora Gant quien había llevado a Zilphia a la escuela. Un día, en la sastrería, esta clienta le estaba hablando a Zilphia de la escuela. Zilphia tenía nueve años. «Todos los niños y las niñas van a la escuela. Ya verás cómo te va a gustar.» La mujer estaba de espaldas al cuarto, así que no se dio cuenta de que la máquina había dejado de funcionar; solo vio cómo los ojos de Zilphia se ponían repentinamente en blanco y se llenaban
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 7 meses
    En esa época Zilphia era una chica extremadamente flaca, el rostro pálido y turbador, los ojos grandes y un poco saltones, siempre yendo y viniendo de la escuela junto a su madre, con esa pequeña y trágica máscara que tenía por cara. Al tercer año rehusó ir a la escuela. No quiso decirle a la señora Gant por qué: le avergonzaba que nadie pudiera verla en la calle sin su madre. La señora Gant no le permitió faltar a clases. En la primavera volvió a enfermar de anemia, nerviosismo, soledad y auténtica angustia
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