"Mierda. Aquí viene. Aquí..."
La puerta de la casa de la piscina se abre, derramando luz por toda la habitación.
Ahí está mi hermano, una expresión de indignación en su rostro. "¿Qué diablos está pasando aquí? Eres un enfermo pervertido".
¿Pervertido? Mi chica hace un sonido de gemido sobresaltado y me estremece la polla, hasta la raíz. Y sigo empujando en su pequeña boca, porque no tengo otra opción. El placer me tiene por las bolas, obligándome a seguir adelante. Tan bueno. Es muy bueno.
"¡Detén esto ahora!", Brama mi hermano. "¡Ella es tu sobrina!"
Sobrina. Cuando lo dice, el fuego líquido ya está saliendo del tallo de mi carne y no hay una maldita cosa en el mundo que pueda hacer al respecto. Tiro de su ruborizada cara a mi regazo y golpeo la resistencia de su garganta, escuchando mientras felizmente se atraganta con mi corrida, ola tras ola. Yo grito mi alivio en la pequeña casa de la piscina, las luces parpadeando frente a mi visión, el orgasmo rasgando a través de mí. El mejor de mi vida por cien millas. Ni siquiera he estado viviendo hasta ahora.
Cuando se termina, sin embargo. Cuando mi hermano me mira como si fuera un monstruo y las mentiras de mi sobrina se repiten una por una. Ahí es cuando me pongo bien y me cabreo.