San Cipriano de Cartago

Citas

Juan Carlos Oyuelacompartió una citael año pasado
El tema que tratarán es el mismo: la virtud de la paciencia; lógicamente, los dos últimos han leído la obra, o las obras, anteriores a ellos, por eso nos interesa especialmente el opúsculo de Tertuliano, que es el primero en escribir sobre esta virtud, parte de la fortaleza. Aquella por la que sufrimos con igual ánimo, por amor a Dios y unidos a Jesucristo, todo género de padecimientos morales y físicos.
Juan Carlos Oyuelacompartió una citael año pasado
Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago de padres paganos —el padre era centurión proconsular— y él, cuando llegó a la edad conveniente, se trasladó a Roma para estudiar, y luego ejercer, el derecho, llevando, al parecer, una vida algo licenciosa. De carácter abierto, fogoso, aunque bastante disciplinado, se piensa que su conversión al catolicismo, en 193, se debió, más que a una reflexión y maduración en la doctrina, a una atracción e impulso prestado por el ejemplo de los mártires, lo que se puede deducir no sólo de escritos acerca de su conversión, sino de sus propias y conocidas palabras: la sangre de los mártires es semilla de cristianos (Apol. 50). Un hombre pasional, como era él, debió de vibrar absolutamente con el ejemplo de los que morían por amor a Dios y unidos a Jesús. En ese año de 193 volvió a Cartago, donde desarrolló, como maestro, un amplio apostolado, escribiendo, a la vez, libros algunos de los cuales son verdaderas joyas: Ad nationes, Apologeticus, De testimonio animae, Adversus judeus, Adversus Hermogenes, y los más ascéticos Ad martires, De oratione, De spectaculis, De Baptismo, Ad uxorem… y, entre ellos, el De patiencia, que ahora presentamos.
Cuando era un joven veinteañero, apareció en Frigia una secta que recibió el nombre —por su fundador y principal apóstol— de montanismo. Una secta rígida, que exigía unos extremismos insostenibles para cualquiera, salvo para aquellos cuyo temperamento adolecía del mismo rigorismo y exigencias. En el año 200 llegó este movimiento a Cartago y encontró en el fogoso carácter de Tertuliano una cabeza de extraordinario valor. En 207 era ya totalmente montanista, no atendiendo ni siquiera a las palabras de condenación de la secta por parte del papa Ceferino (198-217). Murió a los 64 años apartado de la Iglesia, el hombre que había significado un avance grande en cuanto a la doctrina y el vocabulario latino que empleó en sus tratados teológicos. Se ha dicho de él que su estilo era tal que cada palabra era toda una sentencia
Juan Carlos Oyuelacompartió una citael año pasado
tengo presente que sin la ayuda de la paciencia no se adquiere con facilidad ni la firmeza de la fe ni la buena salud en la doctrina cristiana. De tal modo Dios la ha puesto por delante que sin ella nadie puede cumplir ningún precepto, ni realizar una obra que sea grata al Señor.
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