Rey Naranjo Editores

Las escrituras de los enamorados en los árboles dicen aquí estuvimos, las palabras lo comprueban, nos amamos y con estas letras aquí por siempre nos quedaremos.

El corazón revoloteando, tratando de salirse del pecho. Como un pájaro atrapado que está tratando de seguir la voz de la luz, lanzándose contra ventanas que no abren con la esperanza de atravesarlas o hacerlas caer.

(esos segundos en vida de pájaro deben haber sido una eternidad)

Con la sabiduría que algunos años de más me han dado, ahora les puedo decir que si el amor es ciego, la esperanza y la fe son sus primos sordos y mudos.

grupo de prestigiosos teólogos de la universidad de Colonia en la

Las emociones me aturden en momentos extraños y luego me veo a mí misma agarrada del mesón de la cocina, la barra del metro subterráneo o el cuerpo de un amigo para no irme de bruces. Y no estoy hablando de manera figurada. Mi dolor es tan intenso que a veces siento que va a aplastarme

—El inicio, ese me lo aprendí bien. Dice así: “Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo”. Eso es lo único que recuerdo al pie de la letra. Y luego, lo que pasa es la vida de un álamo de doce años, un árbol que recuerda su vida.

Me gustaría soñar que soy un árbol mientras muero.

La noche lo sorprende; con su abrazo azul le pringa la superficie elástica del cuerpo. El océano es frío comparado con los oleajes amnióticos, pero su útero es infinito: ha llegado la hora de nadar.

Mientras que asistir al teatro (y también a la sala de cine) es un acto social que reúne a los espectadores —extraños entre ellos— en un lugar común para que contemplen juntos lo que puede sucederle al ser humano, ver televisión no requiere que se asista a ninguna otra parte; no requiere que nos reunamos ni que comparezcamos